Sami Khedira en el medio. A pocos metros, Xabi Alonso. Cristiano dibuja a lo lejos un desmarque perfecto. Ocasión manifiesta de gol. Khedira opta por pasar a Alonso para que éste contacte con Ronaldo. Así es el alemán Sami Khedira, un futbolista de “media etapa”. Imposible trazar un pase exacto, largo, perfecto. Imposible quemar de golpe una etapa. Pase. Alonso. Media etapa.
Sami Khedira (Stuttgart, 1987) pertenece a esa estirpe de jugadores a los que les acompañan todo tipo de calificativos para intentar definirlos. “Box to box”, “complemento”, “defensivo”, disciplinado”... Más de media temporada después, el personal sigue intentando descifrar cuáles son las verdaderas virtudes de este hombre.
Khedira llegó al Real Madrid en julio de 2010 tras sorprender al planeta fútbol con un gran Mundial. Alemania asombró a todos en Sudáfrica gracias, entre otras cosas, a la aparición de este germano-tunecino de 189 cms y cara de adolescente imberbe. Acompañado por Bastian Schweinsteiger en el mediocampo y como escolta de los mediapuntas Thomas Muller y Mesut Özil, la misión de Khedira consistió en ser el soporte que aguantara todo el talento ofensivo de la Mannschaft. Pero la realidad fue otra. Defendió, se incorporó, disparó e incluso llegó a marcar un tanto. Fue una de las armas secretas del seleccionador Joachim Low.
Así, con esta carta de presentación, Mourinho le recomendó para el Real Madrid. El portugués necesitaba una pieza para la medular y, visto que el de Stuttgart quería salir y que su precio de mercado era netamente inferior al de la primera opción blanca (su compañero Schweinsteiger), Khedira recaló en el conjunto de la Castellana pocos días después. Hasta entonces, su trayectoria se distinguía por haber sido el capitán de la Alemania sub-21 campeona de Europa en 2009 y por llevar cuatro años en el Stuttgart, un "equipo Champions".
Pero volvamos a la esencia del jugador. Khedira llegó para cumplir las funciones de mediocampista, de complemento de Xabi Alonso, pero lo hizo acompañado por ese término tan moderno (e inglés) que es el de jugador “box to box”, o lo que es lo mismo, un volante de larguísimo recorrido, capaz de defender como el que más y de sumarse al ataque constantemente. En definitiva, una especie de mezcla entre el francés Claude Makelele y el inglés Frank Lampard. El ejemplo contemporáneo que se da de futbolista “box to box” es el del capitán del Liverpool Steven Gerrard. Así, dentro de esta definición, los espectadores esperaban ver cada domingo en Sami Khedira a una mezcla entre Franz Beckenbauer y Bernd Schuster.
Pero no. Sami Khedira no es un mediocampista “box to box”. Tampoco es un mediocentro destructivo y, desde luego, su mejor virtud no es la creación. Entre todas las competiciones, esta temporada ha disputado un total de 32 partidos con la casaca blanca con un balance final de 0 goles. Por lo tanto, si no defiende como Makelele, no marca como Sneijder y no pasa como Guti, ¿qué le queda al alemán? “Es un complemento”, se apremian a decir los expertos, signifique eso lo que signifique. “Es tácticamente disciplinado”, dicen otros, tratando de convertir el aire en oro.
Aún con todo, Khedira podría resultar un jugador útil para este Real Madrid. Se ha comprobado que no es el idóneo para sostener el mediocampo blanco, pero ofrece variantes interesantes que sus "competidores" en el club no tienen (sentido táctico sobre todo).
Cabe recordar que José Mourinho se pasó meses guerreando por conseguir a un sustituto del delantero argentino Gonzalo Higuaín. Dicho y hecho. Ya está en Madrid el togolés Emmanuel Adebayor. Pero el verdadero problema blanco radica en que, después de un Emerson, dos Diarrás (Mamadou y Lass), un Gago, un Granero y un Khedira (seis jugadores que le costaron al club un total de casi 100 millones de euros), el Real Madrid sigue adoleciendo de ese acompañante de Xabi Alonso, la brújula de un equipo que, sin él, pierde completamente el norte.
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