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domingo, 9 de octubre de 2011

Fernando Torres, tras su sombra

   En “Hook”, Robbin Williams como Peter Banning se peleaba con su sombra, Peter Pan, más joven, más rápida, más viva, en busca de recuerdos pasados, de una época mejor. Hoy, Fernando Torres (27), menos “niño” que nunca, repite el juego. Abandonó el Atlético de Madrid para huir de la presión y en busca de títulos. Aterrizó en el Liverpool campeón de Europa, que parecía asegurárselos. Tres temporadas y media después, con el palmarés lleno de telarañas, se marchó al Chelsea. Esta es la historia de un delantero “eternamente joven”, de un jugador siempre en entredicho.

   Torres debutó hace ya más de 10 años en el Atlético de Madrid, el club de sus amores y en el que creció como futbolista y como persona. En el peor momento de la historia del club, Fernando dio la cara. Con tan solo 17 años, en Segunda División, el “Niño” tomó la alternativa. En la 2000/2001 disputó cuatro encuentros de liga, anotando un tanto, y dos de copa. El club no logró salir de su particular infierno, pero la gente ya empezaba a hablar de ese chico imberbe, de ese joven con acné que se dejaba el alma por la roja y blanca.
Tras el varapalo de quedarse sin ascenso en su primer intento, Torres se hizo un hueco en el equipo, llevándolo al lugar que nunca debió abandonar: la Primera División del fútbol español. 36 partidos de liga y 6 goles después, Fernando descubriría que su lugar estaba entre los más grandes.
Y es que la historia de Torres va unida inexorablemente a la del Atlético de Madrid, que buscaba recuperar su sitio como “tercer equipo de España”. De la mano del punta, en la 2002/2003 finalizó undécimo, con 12 tantos en 29 partidos del “Niño”. Pero "rompió el cascarón" un año después. La 2003/2004 fue la explosión definitiva de un joven jugador que ya llamaba a la puerta de los clubes más míticos del planeta fútbol: 19 goles con 20 años y tercer máximo realizador del campeonato doméstico. Había nacido una estrella.

   Esa irrupción estremeció a todos. Sólo se recordaba algo parecido en la leyenda madridista Raúl González Blanco. Pero en ese momento, también, nació la presión desmedida. Se le nombró capitán del equipo y sus cifras empezaron a bajar. Todos esperaban de él que fuera determinante en cada jugada, que llevara al club a aspirar a todos los títulos. La realidad fue otra. Un Torres hiperpresionado fue bajando su nivel hasta que se hartó definitivamente: 16 tantos en la 2004/2005, 13 en la 2005/2006 y 14 en la 2006/2007. Números que estaban lejos de su estatus de estrella mundial pero que se explicaban precisamente por ese afán suyo de demostrar, en cada jugada, que se merecía formar parte del olimpo futbolístico.

   En ese momento y, tras aterrizar en esa última temporada en el Calderón Sergio Agüero, Fernando Torres dijo basta. Cero títulos y demasiados palos después, necesitaba un cambio de aires. Quería hacer crecer su palmarés y cobrar acorde a sus prestaciones. Entonces, Rafa Benítez, llamó a su puerta. El Liverpool, reciente campeón de Europa, vio en el chaval de Fuenlabrada a la guinda del pastel para intentar revalidar la máxima corona continental. Se habló de 36 millones de euros por un delantero que nunca había marcado más de 19 goles pero al que le avalaba su hambre, su edad y un potencial desmesurado.

   Y no defraudó. El “Niño” pasó a ser “The Kid” y calló las bocas de todos y cada uno de los que dudaban de él: 24 goles en la Premier League y 33 en total en su primer año en Anfield. El punta había crecido y, ahora sí, ya formaba parte del elenco de “los elegidos”. Fue nombrado “mejor debutante de la Premier”. Si esto no fuera suficiente, días después, entró con letras de oro en la historia de la selección española. La Roja se alzó con la Eurocopa por segunda vez y, aunque Torres jugó un torneo más que decepcionante, fue el goleador en la final. Nadie recordará ya las ocasiones falladas. Entró en el corazón de todos en el momento en el que le tomó la posición a Philipp Lahm, se adelantó también al portero y le superó con un toque sutil por arriba. Torres, todo en uno: potencia, rapidez y definición. España era campeona de Europa y Torres era el nuevo rey del país. Su participación le valió para ser elegido poco después “Balón de Bronce” por France Football y lograr el tercer puesto en el Fifa World Player. Tenía sólo 24 años y ya estaba en lo más alto.

   Pero a partir de ahí, todo fue a peor: lesiones, bajo estado de forma, críticas en Inglaterra... La realidad es que el “Niño” cada vez lo era menos y sus números empezaban a mengüar: 14 tantos en la 2008/2009 en la Premier, 17 en todas las competiciones, y 18 en la 2009/2010, 22 si contamos también los de la Europa League.

   Torres, por unas cosas u otras, parecía haberse estancado. Sufría molestias que le mantenían demasiado tiempo alejado de los terrenos de juego, erraba ocasiones inverosímiles en él... Eso sí, a pesar de todo, mantenía el promedio realizador más alto de la competición en lo que a goles por minuto se refería... Pero no era el mismo. De nuevo, tenía la opción de redimirse con España en el Mundial de Sudáfrica. Era la ocasión perfecta para demostrar a todos que seguía siendo importante. Pero fracasó estrepitosamente. España ganó la Copa del Mundo pero Torres perdió. Nunca fue determinante y acabó siendo relegado al banquillo en las rondas definitivas. Además, cuando aterrizó en Liverpool, ya sin su máximo acreedor Rafa Benítez y después de haber vendido a sus máximas estrellas (Xabi Alonso o Mascherano entre otros), el ambiente estaba enrarecido. De nuevo, molestias. Otra vez, dudas y más dudas. Como siempre, su palmarés a 0.

   Entonces, Roman Abramovich y Carlo Ancelotti acudieron a su rescate. Pagaron 58 millones de euros al club de Anfield y se hicieron con sus servicios para intentar luchar por la Champions League. Y es que una dupla Drogba-Torres asustaba a propios y extraños. El 31 de enero, a última hora, se cerró su fichaje. Dos meses y medio después, “The Kid” sigue en blanco con los “Blues”. Lleva ya 12 partidos, más de 13 horas de fútbol sin ver puerta. La presión de nuevo es máxima y, de momento, el de Fuenlabrada no está respondiendo. Necesita tiempo. En Stamford Bridge se lo van a dar. Pero ser el quinto fichaje más caro de la historia (después de Cristiano Ronaldo, Zidane, Kaká y Figo) y el primero fuera de la órbita del Real Madrid, representan palabras mayores. A Torres se le exige ya y Fernando debe rendir ahora.

   Si atendemos a sus números “brutos”, son bastante explícitos: 26 goles en 84 partidos con la selección (poco menos de 1 cada tres encuentros), 65 en 108 en la Premier, 75 en 174 en Primera División y 8 en 27 en la Champions League.

   La historia de Torres es la de un grandísimo futbolista, de alma rojiblanca, que no consigue encontrar su lugar. No logró títulos en el Atlético y se marchó en su búsqueda. Liverpool parecía el destino idóneo... pero tampoco lo fue. Ahora, en el Chelsea, otro de los grandes, las cosas no van precisamente de la mejor manera. El gafe persigue a un delantero más mediático que sus cifras, menos niño que nunca y que debe aprovechar este último gran tren si quiere demostrar que es más que su alargada sombra.

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