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domingo, 16 de octubre de 2011

Un Arsenal de dos caras se lleva la batalla del Emirates (2-1) ante un Sunderland voluntarioso

    El Arsenal se impuso este domingo al Sunderland por 2-1 en un Emirates Stadium deseoso de ver a su equipo alzarse con una victoria balsámica, que servirá para encarar con confianza su partido de esta semana de Champions League así como sus próximos compromisos ligueros, donde deberá ir escalando en la tabla ya que, actualmente, es décimo con 10 puntos. El Sunderland, por su parte, se ahoga y es ya decimoséptimo con sólo 6.

    Los hombres de Arsene Wenger empezaron el encuentro con un ritmo altísimo, con ganas y energía, lo que se tradujo en el gol de un Robin Van Persie imperial toda la tarde: Gervinho encaró a su par en la izquierda, recortó hacia adentro y encontró al holandés que, con su pierna derecha, casi en la frontal del área, remató colocado, imposible para Mignolet. 1-0 y lo que parecía una tarde plácida para el Arsenal. Nada más lejos de la realidad... Van Persie tuvo el tanto de la jornada en sus botas pero su intento de vaselina colocado, desde lejos con su pierna menos buena, se estrelló en la madera. Presión, intensidad, madurez... El equipo de Londres en los primeros 25 minutos. Después, dudas, inseguridades, hastío. Así, los hombres de Steve Bruce se fueron estirando haciéndose dueños de la pelota hasta que, Sebastian Larsson, seguramente su hombre más talentoso, puso una falta a la escuadra del polaco Szczesny a la que no pudo llegar. 1-1, dominio “Black Cat” y al descanso. Como ante el Blackburn (derrota por 4-3), lo que parecía un partido cómodo a punto estuvo de convertirse en pesadilla. Y van...

   La segunda mitad arrancó con otro aire. Los del Arsenal respiraron en vestuarios y mostraron otra determinación...un rato. Todo el juego “gunner” pasaba por las botas de Thomas Rosicky. El checo, que en los primeros 45 minutos estuvo desaparecido, sacó su talento a relucir y dio un recital de pases profundos, de cómo llevar el tempo, de precisión...mientras le duró la gasolina. Por entonces, Arteta se había diluido, André Santos había sustituido a Gibbs y Gervinho había dejado su lugar a un Arshavin vivo, peligroso y creativo en cada una de sus acciones. Así, poco a poco, pulgada a pulgada, los de Wenger arrinconaron a los de Bruce hasta que, Van Persie, volvió a adelantar a los suyos. En la primera parte, el holandés había visto cómo Larsson le robaba protagonismo con su gol y quiso volver a ser el centro de todos los focos. El número uno del encuentro. Y lo logró gracias a una falta perfecta, gracias a un toque sutil que superó la barrera e hizo imposible la estirada de Mignolet. Desde ahí y hasta el final, tranquilidad. Robin demostró que es y puede seguir siendo el héroe de dibujos animados que dicen sus cuentos. El partido duró lo que él quiso. Se vio a un Arsenal más serio y maduro durante algunas facetas del choque pero, durante otras (casi la mayoría), sigue siendo un conjunto blando, timorato, inocente. Veremos si las semanas, la práctica y el talento hacen que los hombres de Wenger vuelvan a ser un equipo, con todas las letras, muy pronto... Los mimbres existen. ¿La paciencia?

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