Desproporcionada. Injusta. Rigurosa. Exagerada. De acuerdo. La cartulina roja a Pepe en la derrota del Real Madrid ante el FC Barcelona en la ida de las semifinales de la Champions League fue, cuanto menos, dudosa. Se puede pitar y expulsar al jugador...o no. Pero es un lance más de un encuentro más. Los árbitros forman parte de este juego y tienen un peso específico en el mismo. Pero ni mucho menos el que los medios de comunicación quieren hacer creer que tienen desde hace ya varios años. Villarato. Conspiraciones. EuroVillarato. Persecuciones. Se ha tratado de instaurar en el ambiente el estado del “todo vale” contra el Real Madrid que es falso. No hubo injusticia en el 4-0 del Alcorcón de la temporada pasada. Tampoco en la eliminación de la Champions contra el Lyon. Sólo desidia en un caso e imprecisiones y falta de puntería en el otro. Pellegrini se fue por la puerta de atrás por no haber sido capaz de ganar títulos. También de acuerdo. Con señorío. Sin una voz más alta que la otra. Sin éxitos.
José Mourinho aterrizó entonces en el Santiago Bernabéu bautizado por él mismo y por la prensa inglesa como “the special one”. Ayer, en su propia casa, pasó a ser “the special two”. Por planteamiento. Por resultado. Por sus palabras. El teórico mejor entrenador del mundo no puede, nunca, salir a rueda prensa a decir lo que dijo. Never, never, never. “El mundo del fútbol, en el que trabajo, me da asco”. 10 millones de euros al año. “El Barça es un fantástico equipo pero tiene mucho poder. No sé si es por llevar a Unicef en la camiseta o por el peso de Villar. Pero no necesitan el constante apoyo de los árbitros para ganar”. Los árbitros ayudan unas veces y perjudican otras. Forman parte de este juego. Para bien y para mal. “Esta noche no estoy triste. Ni siquiera frustrado. Lo más importante es que ahora llegaré a casa y tendré a una maravillosa familia esperándome”. Disociación. El máximo responsable de la derrota blanca fue él. Millones de madridistas en todo el mundo, también con una fantástica familia en sus hogares, se acostaron cabreados y decepcionados. Él, no. Enfado, sí. Normal. Pero exagerado, belicoso y agresivo. Aún así, se reservó sus dos mayores lindezas para el final. “Sí, el Madrid está ya eliminado. El Barça será el finalista en Wembley. Iremos a luchar al Camp Nou pero, si nos ponemos 0-1, el árbitro volverá a matarnos”. ¿Porqué se despidió a Bernd Schuster hace ya algunas temporadas? El alemán dijo: “Hoy en día es imposible ganar al Barcelona en su campo”. Pero Mourinho no es Schuster. Sus palmareses no son comparables. Ni de lejos. El peso que tienen el uno y el otro en el mundo del fútbol actual tampoco. Pero llama la atención que, en el mismo club, lo que no valía para unos si valga para otros. Nada más. Y si no fuera suficiente, concluyó de la manera más lamentable posible: “Tiene que tener un sabor diferente ganar y ganar así. Guardiola es un entrenador fantástico de fútbol pero ha ganado una Champions que a mí me daría vergüenza ganarla. Porque la ganó con el escándalo de Stamford Bridge. Y si este año gana la segunda, la ganará con el escándalo del Bernabéu. Por eso espero, porque Guardiola lo merece, que un día tenga la oportunidad de ganar una Champions entera”. Ridículo. Su Copa de Europa con el Oporto tuvo esta acción. La del Inter, estas otras. Pero fueron justas.
José Mourinho tiene un palmarés envidiable. A la altura de los mejores de la historia. Varias ligas. Varias copas. Dos Champions League. Todo en menos de 10 temporadas con equipos tan dispares y con un potencial tan diferente como el Oporto, el Chelsea, el Inter de Milán y, ahora, el Real Madrid. Sus éxitos no se discuten. Sus trofeos, tampoco. Pero todo título tiene sus altos y sus bajos. Todos los equipos que ganan lo hacen, en algún momento, con alguna ayuda arbitral. Y con algunos errores. Pero se gana porque se es superior. En uno o en otro sentido. Lo fue el Oporto. También el Inter. Pero, ayer, el mejor fue el Barcelona. Rojas aparte. Como dijo el técnico portugués, el partido de ayer hubiera acabado 0-0 de no haber sido por Stark. ¿Puede el Madrid salir a empatar sin goles en su campo? Puede. Pero también puede perder. ¿Alguien se atrevería a afirmar que, visto el 79% -21% de posesión, el marcador es injusto? El Barcelona completó más de 500 pases que el Real Madrid. Las victorias siempre son justas. Se produzcan en el escenario que se produzcan. Porque, si se gana, es porque se ha sido mejor en algo. En 90 minutos o en uno. Pero hablar de injusticias y conspiraciones, siempre, cuando se cae, es lo fácil. Mourinho no ha sido, es, ni será nunca, un entrenador que reconozca sus errores. Sus fracasos han sido muchos menos que sus éxitos. Es un fabuloso entrenador. Sin duda, uno de los tres mejores del mundo. Era “the special one”. Ayer, Guardiola le tomó el testigo. “The special two”, por muy abatido que esté, tendrá que salir con todo en el Camp Nou dentro de unos días. No tendrá a Pepe. Ni a Sergio Ramos. Deberá arriesgar, jugar con un “9” de referencia e ir al ataque. Ahí podremos valorar, definitivamente, la capacidad de Mourinho para improvisar y darle la vuelta a una situación límite. Él habló de “milagro” en la rueda de prensa de ayer con el Inter de Milán la temporada pasada. Sí, se necesita otro milagro para pasar a la final de Wembley. Si alguien es capaz de conseguirlo, es José Mourinho. Entrenador excelso donde los haya. Polemista número uno. Una Copa del Rey después, ¿compensa?
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