El Real Madrid derrotó 4-0 al Tottenham Hotspur en la ida de los cuartos de final de la Champions League. Abrió el marcador el togolés Emmanuel Adebayor, por dos veces, sentenció Ángel Di María y puso la guinda Cristiano Ronaldo. Manita menos uno y a concentrarse en otros menesteres. La vuelta, en White Hart Lane, parece un simple trámite. Pero, ni el Bernabéu, ni José Mourinho, ni siquiera los goleadores blancos. El protagonista de la ida de los cuartos de final fue el larguirucho Peter Crouch. Y no por ser la punta de lanza del Tottenham. Ni siquiera por medir más de dos metros. El inglés cometió dos tonterías infantiles en apenas quince minutos, fue expulsado y marcó el devenir de una eliminatoria que los “Spurs” soñaban con que fuera diferente. (Goles y mejores jugadas).
Lo más normal hubiera sido que todas y cada una de las letras de este texto fueran dedicadas a “Manolito” Adebayor, nuevo ídolo de masas entre los seguidores madridistas. Pocos jugadores han sido tan queridos en tan poco tiempo, con tan pocos méritos. Unas rastas, muchas sonrisas y algún gol parecieron suficientes al principio. Nada del hombre conflictivo que se vendió en los medios de comunicación cuando llegó. Todo es paz y amor. Más sonrisas. Pero anoche, por fin, fue determinante. Dos cabezazos inapelables acercan a “Manu” un poquito más al Real Madrid de la 2011/2012. Le gusta a Mourinho y, con el Bernabéu a sus pies, todo es más sencillo.
Pero Adebayor ya tendrá su momento aquí en otra ocasión. Hoy, el protagonista, es Peter Crouch. Descrito como “estúpido” por la prensa de su país, hoy sin duda será el día más complicado de su carrera profesional. Inglaterra, lugar mítico y mágico de la historia del fútbol, se ha despertado encendida contra el punta de la selección. Y es que, después de haber disputado dos Mundiales, muchas eliminatorias de Champions y haber ganado títulos... es imposible marcar tanto un partido en tan poco tiempo. 201 centímetros de equivocación en dos acciones: dos entradas a destiempo, ambas merecedoras de tarjeta amarilla, ambas sancionadas y penalizadas. Crouch, a buen seguro, quiso esconderse bajo tierra y no volver a aparecer durante un tiempo. Resultado: 1-0 en el marcador y 75 minutos por delante con un hombre menos. Van der Vaart ocupó su lugar en la primera mitad. Sin noticias del bueno de Rafael. En la segunda, Jermaine Defoe le sustituyó. Más de lo mismo. Sólo Gareth Bale, un futbolista con alma de corredor de 100 metros, y Sergio Ramos, lateral disperso, pusieron emoción al encuentro. El primero porque, mientras le duró la gasolina, fue imparable. Ni uno, ni dos, ni tres rivales al mismo tiempo pudieron pararle. Balón hacia adelante, un recorte, un tiro, un saque de banda...y la defensa blanca siempre en jaque. El segundo porque hace de todo, mucho bien, menos defender. Le costó los puntos el sábado ante el Sporting y a punto estuvo de darle otro disgusto a la parroquia blanca en un par de acciones puntuales. Mourinho le fulminó con la mirada. Prefiere a Arbeloa pero los galones pesan.
A última hora reapareció Kaká. Cinco palabras que definen la actuación del brasileño. 26 letras que describen la aportación del mediapunta al equipo desde que viste la casaca blanca.
Al final, 4-0 y el Madrid ya casi en semifinales, donde jugará contra el Barcelona... o contra el Shakhtar Donetsk. Hoy, los merengues tienen motivos para soñar. El fin de semana les dejó sin liga. El martes les hizo volver a creer. La Décima parece más cerca... siempre y cuando se pase de semifinales, final anticipada si se enfrentan los dos equipos españoles. Todo el madridismo debería soñar con este encuentro porque, para demostrar que se es el mejor, debes antes derrotar al que, a día de hoy, ocupa ese lugar. Y, quien sabe, visto el 2-5 de ayer del Schalke al Inter de Milán, puede que sea Raúl González Blanco el que espere a la vuelta de la esquina... Porque soñar sigue siendo gratis.
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