Opinar siempre es complicado y más sin saber exactamente cuáles son los problemas internos sobre una cuestión. Si esa cuestión además es el Atlético de Madrid (fundado en 1903), el misterio es aún mayor. Por ello y, dado mi desconocimiento sobre el asunto, trataré de analizar lo más objetivamente posible cuáles son , en mi opinión, los males que adolecen al club del Manzanares.
Para empezar, el primer problema está en lo cómodo que se encuentra el equipo en su papel de “Pupas”, creado por el fallecido ex-presidente Jesús Gil y Gil hace ya más de una década. Desde entonces, el Atlético ha dejado de ser, por títulos y competitividad, el tercer equipo de España, llegando incluso a jugar un par de años en Segunda División. Ganó en simpatía pero perdió en liderazgo.
El conjunto rojiblanco se alzó con un histórico doblete en la temporada 1995/1996 de Liga y Copa con el serbio Radomir Antic como técnico. En aquel equipo jugaban leyendas como el “Cholo” Simeone, José Luis Pérez Caminero, Milinko Pantic o Kiko Narváez. Además, contaba con la presencia de Vizcaíno, Santi Denia, Toni o Solozábal. Una gran mezcla de jugadores nacionales e internacionales que llevó al Atlético a lo más alto. Desde entonces y hasta hace poco, 15 años de penurias, lágrimas, embargos, escándalos...
Su mala posición se ha explicado a menudo por la falta de dinero en caja. La maltrecha economía atlética ha servido para intentar convencer a la parroquia de que el “parné” es el motivo por el que no pueden volver a imponerse en España y en Europa. Es cierto que el hecho de que se convirtiera en Sociedad Anónima Deportiva junto a la casi totalidad de los clubes (a excepción de Real Madrid, Barcelona y Athlétic de Bilbao) le ha debilitado, pero la realidad nos dice otra cosa: en 2010 llegaron Godín, Filipe Luis, Juanfran, Elías, Mario Suárez y Tiago. En 2009, Asenjo, Juanito, Cabrera, y Salvio. En 2008, Paulo Assunçao, Coupet, Heitinga, Sinama Pongolle, Ujfalusi y Éver Banega. En 2007, Raúl García, Abbiati, Forlán, Luis García, Cléber Santana, Simao, Reyes, Motta y Diego Costa. Y por último, en la 2006, Agüero, Maniche, Jurado, Seitaridis, Costinha, Zé Castro, Pernía, Marcelo Sosa y Miguel de las Cuevas.
En cinco años, en media década, varios cientos de millones gastados para conseguir dos titulares indiscutibles que entrarán en las páginas de oro del Atlético: Diego Forlán y Sergio Agüero. Además, otra terna de jugadores útiles, interesantes y valiosos como Reyes, Godín, Filipe Luis, Ujfalusi y Simao. Y por último, algún gran negocio como Jurado. El resto está muy por debajo de lo que nos inspira la historia del Atlético de Madrid. Todos estos fichajes han corrido a cargo del director deportivo Jesús Vicente García Pitarch, que llegó también en 2006.
En cuanto a los técnicos, desde la marcha de Radomir Antic, la cúpula rojiblanca ha dado bandazos, empezando por Carlos Aguiar en la 98/99 y terminando por el actual Quique Sánchez Flores desde la 2009/10. En ese lustro se ha contratado a Claudio Ranieri, Luis Aragonés, Gregorio Manzano, César Ferrando, Carlos Bianchi, Pepe Murcia, Javier Aguirre y Abel Resino. Once entrenadores en 15 años, algunos de “perfil alto”, otros de “perfil bajo”, unos ofensivos, otros defensivos, alguno incluso “exótico”...
La gente asegura que la solución pasa por que Enrique Cerezo y Miguel Ángel Gil Marín abandonen el club. Su etapa, según ellos, ha caducado desde hace varios años. Pero es que el aficionado rojiblanco es diferente. El Atlético, para cualquiera de sus seguidores, es más que una religión. El Atlético no es un club favorito, es una forma de vida. Es la expresión máxima de la felicidad. Es la impresión física del sufrimiento. Extremos. Gente que vive, que siente, que vibra, que grita y llora. El Atlético es más importante que la política. Es papá y es mamá. Lo es todo, incluso cuando no se tiene nada. “¿Papá, porqué somos del Atleti?”. “Por tu forma de entender la vida, hijo. Somos diferentes. Somos únicos. Somos EL Atleti”, respondería el padre si le dieran opción. Alguien que está SIEMPRE ahí para su equipo, en las buenas y en las malas (no hay que olvidar que la afición, con el descenso, lejos de darle la espalda le apoyó más que nunca). De ahí que sea ya costumbre citar a la parroquia rojiblanca cuando surge la pregunta de cuál es la mejor hinchada española. Esa diferencia es buena...y mala. Y es que el colchonero parece a veces conformarse con poco.
El Atlético ha contado en sus filas con mitos como Baltazar, Adelardo, Abel Resino, Javier Irureta, “Leivinha”, Peiró, Gárate, Caminero, Luis Aragonés, Futre, Torres o Agüero. En definitiva, con algunos de los mejores jugadores del mundo de sus respectivas épocas. Ahora debe ser más exigente, no debe tener como objetivo entrar “en Europa” y ver “qué pasa”. Es cierto que en una liga bicéfala como la española actual, los colchoneros deben ampliar sus miras y tratar de lograr grandes cosas fuera de nuestras fronteras.
El Atlético de Madrid volvió a ser grande hace tan solo unos meses, con estos mismos dirigentes, con la consecución de la primera edición de la renovada Europa League (antes conocida como Copa de la UEFA) y alzándose poco después con la Supercopa de Europa ante el todopoderoso Inter de Milán. Parecía que las aguas bajarían por fin tranquilas en el Manzanares y que este logro podía ser el comienzo de algo hermoso. Pero el Atlético tiende, demasiado a menudo, a la autodestrucción. No importa el pasado. No hay ayer. Dos derrotas y todos fuera.
Se necesita un poco de estabilidad, darle confianza a un entrenador que ha logrado en un año (llegó a mitad de la temporada pasada tras la destitución del decepcionante Abel Resino) lo que nadie había logrado en quince. Pero no parece suficiente. Nada parece suficiente para un equipo con tendencia a la combustión espontánea. No es por dinero. No es por jugadores (aunque la plantilla debería ser revisada cuidadosamente). No es por el entrenador. El problema del Atlético reside en una filosofía que debe ser renovada, en unas creencias obsoletas, en una moral herida. El atlético debe ser primero atlético y después antimadridista. Debe olvidarse de su eterno rival. El Atlético es un grande con nueve ligas, nueve copas y una Copa Intercontinental entre otros muchos títulos. Debe volver a sentirse poderoso. Debe creérselo de nuevo.
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