Christian Gourcuff (Francia, 1955) pasará a la historia. Hubo una época en la que se pensó que lo haría por ser el padre de Yoann Gourcuff, talentoso mediocampista ofensivo que juega actualmente en el Lyon. Tan talentoso como irregular. Hubo otra en la que la gloria parecía que se quedaría en un ámbito más local, en Lorient más concretamente, conjunto en el que desarrolló parte de su carrera como futbolista (1982-1986) y al que entrena actualmente. Pero sus logros, pasados y recientes, señalan otra cosa. Apuntan a un devenir mucho más glorioso. Merecido. Un futuro en la verdadera élite. Y es que muchos son los indicios que demuestran que ha llegado la hora de Christian Gourcuff.
Como futbolista desarrolló una carrera que arrancó profesionalmente en el Rennes en 1972, cuando sólo tenía 17 años. Allí estuvo dos campañas. Después, una ristra de equipos humildes como el US Berné (1974-1978), EA Guingamp (1978-1980), FC Rouen (1980-1981) o La Chaux de Fonds suizo (1981-1982). Esa fue su última temporada como jugador...únicamente. Y es que su periplo en los banquillos despegó con 27 años cuando combinó las funciones de futbolista con las de entrenador en...el Lorient. Cómo no. Nada volvió a ser lo mismo. Ni para él ni para el equipo. Cuatro años (1982-1986) fueron suficientes. Gourcuff entendió que se había creado una conexión especial. Se miraron. Conectaron. El amor de una vida. Lo cogió hundido en divisiones semi-profesionales y lo ascendió a la segunda categoría del fútbol francés. Casi nada. Y no de cualquier forma... Al hacerse cargo del equipo expuso: “Le FC Lorient s’efforcera toujours de soigner la manière par respect des joueurs, du public et du football à l’extérieur comme à domicile. C’est la seule façon de progresser. La recherche du résultat à tout prix c’est la mort du football”. “El Lorient se esforzará siempre en cuidar las formas por respeto a los jugadores, el público y el fútbol tanto fuera como en casa. Es la única forma de progresar. La búsqueda del resultado a cualquier precio es la muerte del fútbol”. Personalidad. Liderazgo. Ideales.
Aún así, Christian decidió que debían separarse para seguir creciendo. En 1986 no pudo mantener al equipo en segunda y, a pesar de descender, fue nombrado mejor técnico de la categoría... Le Mans le acogió (1986-1989) y fue su última experiencia combinando el terreno de juego con el banquillo. Tras pasar un par de meses en Canadá en el Supra de Montreal, volvió a Francia para retomar su puesto como profesor de matemáticas combinándolo con el modesto Pont L´Abbé (D4).
Lorient, hogar y trabajo de toda una vida
En 1991, el Lorient volvió a llamarle. En tercera división en ese momento, entendían que Gourcuff era el hombre idóneo para que el club siguiera creciendo. Una temporada después, el equipo estaba en Segunda. 365 días después, de nuevo en tercera. En 1995, en segunda. Idas y venidas. La fe en el proyecto mantuvo a Christian en el banquillo y, en 1998, los sueños se hicieron realidad. El Lorient ascendía a la máxima categoría del fútbol francés tras acabar segundo en el campeonato y Gourcuff volvía a ser elegido entrenador del año. Aún así, la aventura sólo duró una temporada. En 1999, los bretones volvían a verse en la división de plata. Pero no por mucho tiempo ya que, en 2001, el “padre de Yoann” obraba el milagro de nuevo. Diez años después de haber aterrizado en el banquillo del Lorient, Christian decidía que había tocado techo y optó por marcharse. La obra de toda una vida. Con la sensación del trabajo hecho de una forma inmejorable.
Su destino: el Stade Rennais, equipo que le vio nacer profesionalmente como futbolista. Lo más cerca que ha estado de entrenar a un equipo de la “zona alta” de la clasificación. Poco antes de empezar, fichó a su hijo. Fracaso rotundo. Enfrentado a algunos de sus jugadores y luchando por evitar el descenso toda la temporada, la aventura duró sólo una campaña. Él se fue. Yoann se quedó. En mayo de 2002 hizo las maletas y dejó el equipo rumbo a Catar. Necesitaba desconectar. Pero no por mucho tiempo. Un año después, el Lorient volvía a acordarse de él. Era imposible no hacerlo. Llamada de socorro. “Hemos vuelto a descender”, decían. “Ayúdanos de nuevo”, susurraban. Allí estaba él. Otra vez. Tras “reconstruir” gran parte del club, adaptándolo a las nuevas necesidades del fútbol moderno y siempre instaurando un sistema de juego basado en la combinación, agradable para el espectador y tan efectista como efectivo, logró que él y toda la comarca bretona volviera a sonreír. Mejor técnico del año. Era 2006 y el equipo volvía a verse en la Ligue 1. Lo había vuelto a hacer. Como anillo al dedo. La unión de dos seres hechos el uno para el otro. Así podría definirse la relación de Gourcuff con el Lorient.
A partir de entonces, nada de altibajos. A pesar de perder a sus mejores efectivos al final de cada una de sus campañas, el equipo parece ser más y más fuerte. Resurge de sus cenizas, cada vez, con más intensidad. Desde hace ya media década no ha vuelto a pisar la segunda división. Este pasado verano dejó marchar a Kevin Gameiro, su máximo goleador, y a Morgan Amalfitano, su mejor creador. Las previsiones parecían poco halagüeñas. Meses después, su situación es inmejorable: el Lorient ocupa, tras 13 jornadas, la séptima plaza de la clasificación con 20 puntos tras sumar cinco victorias, cinco empates y sólo tres derrotas. Además, llamó la atención del planeta fútbol el día de su debut esta campaña frente al todopoderoso París Saint Germain. Todo parecía preparado para que el equipo de la capital abriese la temporada con una goleada fácil ante el conjunto bretón. Pastore, Ménez, el propio Gameiro... Muchos nombres. Demasiado talento. Christian Gourcuff y su táctica silenciaron Francia. 0-1 y un toque de atención. Otro más. “Sigo aquí. Soy importante”. Un equipo serio sólido fuera de casa. Casi insuperable en su feudo, el Stade du Moustoir, donde parecen infranqueables (aún no conocen la derrota esta campaña).
Laurent Koscielny defendió la casaca de “les Merlus” y abandonó el equipo rumbo al Arsenal hace ya una temporada. En ese momento se reforzaron las relaciones entre Arsène Wenger, cacique francés del combinado inglés, y de Christian Gourcuff. Los dos afirman que no existen relaciones oficiales entre ambos conjuntos a la hora de ceder o vender jugadores. Son amigos. Se hacen favores. Este último verano y tras el affaire Koscielny, el del Arsenal reclutó al costarricense Joel Campbell, que había maravillado al mundo, primero en la Copa América y, después, en el último Mundial sub-20. Pero no tenía el permiso de trabajo británico. La solución: un préstamo. Dirección: Lorient. Pero no ha sido el único contacto entre ambos técnicos este verano. Necesitado de jugadores en punta, Gourcuff le preguntó a su colega alsaciano. “Ficha a Gilles Sunu y a Jérémie Aliadière”, le debió decir éste. Dos exjugadores de Wenger. La apuesta no pudo salirle mejor. El segundo ha vuelto a su mejor nivel tras no rendir en Londres y, el primero, empieza a explotar en su tierra.
Gourcuff ha dirigido al Lorient durante 22 campañas en total (separadas en tres fases). Arsène Wenger lleva 15 en el Arsenal. No en vano, Christian ya ha sido bautizado por muchos como el “nuevo Wenger”. Muchas son las voces que se oyen ya desde el Reino Unido sobre el sucesor de éste. Éstas parecen gritar “Christian”. Chillan “Gourcuff”. Seis años menor que el alsaciano, la realidad es que por filosofía de club y de juego pocos perfiles encajan mejor que el del “padre de Yoann”. La realidad nos dice que podría ser en la capital de Inglaterra o en cualquier otra. La hora de Christian Gourcuff ha llegado.
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