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martes, 8 de marzo de 2011

El genio blanco es alemán, no brasileño

   Ricardo Ízecson dos Santos Leite (Brasilia, 1982), conocido por todos como Kaká, será baja en el Real Madrid durante un tiempo indefinido. Con ésta, ya suma más tiempo de inconvalecencia que sobre el terreno de juego en esta temporada y media que lleva el mediapunta en el club blanco. 67 millones después, el Santiago Bernabéu ha visto poco o nada del tercer fichaje más caro de la historia del fútbol. Llegó en 2010 como primer galáctico de la nueva era Florentino y es, sin lugar a dudas, el que más ha defraudado. En el otro lado de la balanza está el alemán de padre turco Mesut Özil (Gelsenkirchen, 1988). Llegó tras un par de temporadas buenas en el Werder Bremen y después de deslumbrar a todos con su fútbol en el Mundial de Sudáfrica. Ha costado 15 millones, sin hacer demasiado ruido y ha supuesto la mejor noticia de todas para el Real Madrid este año. Lo que se ha esperado de Kaká en este año y medio lo ha ofrecido Özil en unos pocos meses. “Özil marcará la próxima década del Real Madrid”, dijo recientemente el director general del equipo blanco Jorge Valdano, gracias a jugadas como estas. Mucho me temo que, a estas alturas, Ricardo ya marcará más bien poco en el club madrileño.

   Kaká y Özil, dos maneras diferentes de entender el fútbol. Dos maneras opuestas de vivir la vida. Ricardo basa su existencia en la religión, es evangelista y un devoto confeso. Todo lo que es, ha conseguido y logrará en el futuro, pertenece a un plan celestial. Así, se decidió que hace cuatro temporadas fuera elegido mejor jugador del mundo por la FIFA y por France Football, tras alzarse con la Copa de Europa con el Milán gracias a este tanto. De igual modo, estaba escrito que, tras sufrir un grave accidente después de tirarse desde un trampolín cuando era sólo un niño, pudiese volver a andar. Desde un punto de vista religioso, la vida de Kaká (como así le bautizó su hermano pequeño ante la imposibilidad de pronunciar bien su nombre) está llena de milagros. Ahora, vuelve a pasar por un momento delicado en su carrera. Hace un año y medio aterrizó en Madrid a bombo y platillo. Fue el primer galáctico de la remozada era Florentino, un jugador que costó 67 millones y que venía a ocupar el lugar que había dejado Zinedine Zidane en los corazones merengues. La elección de que fuera presentado el primero no fue aleatoria. Y es que Kaká representaba muchos de los valores que defiende el propio Florentino para su Real Madrid: orden, responsabilidad, fe, señorío, saber estar, educación... De hecho, se vendió la posterior llegada de Cristiano Ronaldo como el antónimo perfecto al brasileño, como la combinación de un ángel y un demonio recién aterrizados en la Casa Blanca. Temporada y media después, los fieles blancos han abandonado al Señor. Adoran a Satán.

   El bagaje de Kaká en el club de Concha Espina no ha podido ser más pobre: sólo ha jugado de blanco el 36% de los minutos totales. Este año ha disputado 11 partidos en total, ha anotado dos goles y sólo ha mostrado media hora de fútbol aceptable (contra la Real Sociedad en el Santiago Bernabéu). Nada más. Y la temporada pasada no fue todavía más decepcionante: se esperaba que marcase diferencias desde el principio, luego se le comparó con Zidane en la necesidad de darle también a él tiempo de adaptación, para terminar por darle por perdido. Se casi cuatro meses de competición para llegar “sano” al Mundial, algo que desquició todavía más al madridismo: se había reservado para jugar con Brasil, no lo hizo bien y decidió operarse tras el campeonato. De nuevo, medio año de inconvalecencia y la sensación global de haber tirado 67 millones de euros a la basura. Ya circulan rumores sobre que el jugador quiere abandonar el equipo. No hay "feeling" con Mourinho. El Milán suena con fuerza para ser su viejo nuevo destino, así como el Manchester City y el Chelsea. Ellos aún confían en él. El madridismo, ya, no.

   Y gran parte de la culpa la tiene un chico de Gelsenkirchen de 22 años de apellido Özil y de nombre Mesut, que jugaba después del colegio con sus amigos en lo que él llamaba “la jaula de monos". "Le pusimos ese nombre porque estaba rodeada de verjas y las porterías eran de metal”, ha confesado el internacional alemán en alguna entrevista. El jugador, de padre turco, nada tiene que ver con el mediapunta brasileño más que la zona de su influencia en el campo. Özil es un joven acorde a su época, enamorado del hip-hop, amigo de raperos y un seguidor acérrimo de la NBA y los Lakers. Además, se confiesa un admirador de Al Pacino y Robert de Niro.

   Llegó al Real Madrid sin hacer ruido, con la sensación por parte de todos de que no era necesaria su contratación. Se había fichado a Sergio Canales, prometedor mediapunta español y se tenía en la plantilla al brasileño, que a medio plazo debía estar recuperado. Pero terminaba contrato con el Werder Bremen al  acabar esta temporada y José Mourinho no dejó pasar la oportunidad. 15 millones de euros después, Özil se convertía en nuevo jugador blanco. Unos meses después, podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que lo que está haciendo Mesut es lo que se esperaba de Kaká desde el principio. Nueve goles y 18 asistencias en 38 partidos. Sumar talento. Marcar diferencias. Hacer magia. La última obra de arte del alemán pudo verse el pasado domingo en El Sardinero. Pocos confiaban en que el mediapunta se adaptase tan bien, que fuera capaz de llevar la manija del equipo desde el inicio. Pero hay que reconocer que, exceptuando la salida al Camp Nou, Özil ha superado cualquier expectativa. Estos días ya pueden leerse las consiguientes exageraciones de la prensa ante un gran partido del conjunto merengue: “Zidane + Guti = Özil”, “Özil devuelve al Madrid la chistera mágica de Zidane”... y un largo etcétera. Esa es la comparación más repetida en los últimos días. Kaká, el que debía ser el nuevo astro francés, desaparecido. El alemán, un chico tímido y más "grande" de lo que aparenta (mide 183 cms y pesa 76 kilos) ha enamorado a propios y a extraños. Bien es cierto que parece improbable o imposible que en los próximos años alguien que no sea Lionel Messi o Cristiano Ronaldo gane un Balón de Oro. Pero, a buen seguro que Mesut Özil, desde su magia, su humildad y su discreción, intentará estar lo más cerca posible. De momento, parece que Kaká tiene los días contados en el Real Madrid y que Özil “marcará la próxima década” del conjunto blanco (Valdano dixit). Buena suerte, Ricardo. Larga vida, Mesut.

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